El
metabolismo depende de varios factores como el peso, la altura, el sexo, y la
edad de las personas, variables que a la vez influyen en la cantidad de músculo
que tenga nuestro cuerpo.
La grasa
corporal es un órgano frío que como no hace gran cosa, en comparación al
músculo, requiere poca energía. El músculo, en cambio, es un órgano caliente
(como sugiere el rojo intenso que lo caracteriza, a diferencia del tono
blancuzco de la grasa), que tiene más exigencias, requiere más energía y hace
que el metabolismo basal sea más alto. Un cuerpo con mayor porcentaje de masa
muscular en relación con la cantidad de grasa que tiene, quema más calorías sin
moverse que un cuerpo más “fofo”, que tiene más grasa y/o menos masa muscular.
Esto explica
por qué a las mujeres les cuesta más bajar de peso que a los hombres. A
diferencia de los hombres, ellas acumulan grasa extra en las caderas y cintura
que está destinada a funcionar como fuente de energía para el bebé durante el
embarazo. Al tener una mayor proporción de grasa que de músculo, su metabolismo
es más lento y queman menos calorías.
Hasta los 25
años, una mujer sana tiene hasta un 22% de grasa en su cuerpo. A partir de
entonces, el porcentaje sube progresivamente hasta superar el 31% después de
los 60. En el hombre, el porcentaje aceptable de grasa pasa de 15% hasta los 25
años a un 23,5% pasados los 60.
El paso de
los años
Uno de
nuestros grandes problemas a la hora de evitar el sobrepeso es que el cuerpo va
perdiendo naturalmente músculo a medida que envejecemos. De la misma manera,
con la edad crecen los depósitos de grasa.
Menos músculo
y más grasa equivale a un metabolismo menos activo y a un menor gasto de
calorías. Éste es un mecanismo de “defensa natural” del cuerpo frente a la
falta de comida que heredamos de nuestros antepasados. En el pasado, las
personas que envejecían tenían menos posibilidades de procurarse alimento
cazando animales, tarea para la que se necesitaba mucha destreza física. Al
tener un menor acceso a la comida, el cuerpo de las personas que envejecían
debía adaptarse para conservar más energía, es decir, para acumular más grasa.
De esta manera, la grasa tenía más utilidad que el músculo a la hora de
asegurar la supervivencia.
Si somos
sedentarios y ya pasamos los 30 años, nuestro cuerpo empieza silenciosamente a
quemar cada vez menos calorías. Por esta razón, aún cuando no aumentamos la
cantidad de comida que incorporamos, engordamos casi sin darnos cuenta. La cosa
empeora si vamos agregando cositas a nuestra alimentación cotidiana.
dE: entremujeres.com
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