En el
Japón actual ya no hay samuráis ni shoguns, pero
sí dos ninjas –uno oficial y otro no– que conocen los secretos de una
disciplina que morirá con ellos.
El misterio
era su materia prima, y los nobles guerreros samuráis los contrataban para
espiar, sabotear y matar.
Sus
característicos trajes negros –que generalmente cubrían todo salvo los ojos–
los hacían casi invisibles en la oscuridad, hasta el momento de atacar.
Sigilosos y
letales, utilizaban armas como los shuriken, unos proyectiles
afilados con forma de estrella, o la cerbatana fukiya.
También eran
famosos por su destreza con la espada. Usaban sus armas no sólo para luchar,
también para escalar muros de piedra, observar a sus enemigos o escabullirse
dentro de un castillo.La mayoría de sus misiones eran secretas, y por eso existen muy pocos documentos que registren sus actividades.
Sus
herramientas y métodos se transmitían entre generaciones de forma oral.
Esto ha
permitido que cineastas, novelistas y artistas del cómic dieran rienda suelta a
su imaginación.Películas de Hollywood como "La justicia del Ninja" (Enter the Ninja, 1981) o "El guerrero americano" (American ninja, 1985) los retratan como súper humanos capaces de correr sobre el agua o desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.
"Eso es
imposible, porque no importa lo mucho que entrenes, los ninjas somos
personas", dice risueño Jinichi Kawakami, el último gran maestro ninja de
Japón, según el museo ninja Iga-ryu.
Sin embargo,
según parece, los ninjas sí tenían unos flotadores que les permitían deslizarse
de pie sobre el agua.
Ninjas
pluriempleados
Kawakami es el 21º jefe de la
familia Ban, uno de los 53 que crearon el clan ninja Koka. Comenzó aprendiendo ninjutsu (técnicas
ninjas) a los seis años, de la mano de su maestro Masazo Ishida.
"Yo creía que era un juego,
no pensaba que estaba aprendiendoninjutsu", cuenta.
Otras de las habilidades que su
maestro le enseñó incluyen hacer explosivos y mezclar sustancias medicinales.
El maestro ninja heredó el
antiguo título de su clan cuando tenía 18 años.
Hubo 49 de estos clanes, pero los
Koka y sus vecinos Iga se hicieron famosos gracias al trabajo que hacían para
poderosos señores feudales como Ieyasu Tokugawa – quien unió a Japón después de
siglos de guerras civiles cuando ganó la batalla de Sekigahara en 1600.
Fue en la era Tukugawa –una época
de estabilidad conocida como Edo (1603-1868)- cuando los documentos oficiales
comenzaron a hacer breves referencias a las actividades de los ninjas.
"No eran solo asesinos como
alguna gente cree a causa de las películas", dice Kawakami.
De hecho, durante el día tenían
otros trabajos. Por lo visto, y según lo que cuenta Kawakami, la profesión de
ninja no permitía llegar a fin de mes con holgura.
Existen muchas teorías sobre qué
clase de tareas realizaban: se cree que algunos ninjas eran campesinos y otros
vendedores ambulantes que utilizaban sus empleos diurnos para espiar.
"Tenían que ser pertenecer a
alguna de las categorías o castas que se establecieron durante el gobierno
Tokugawa: guerreros, campesinos, artesanos y comerciantes”, explica Kawakami,
que es también ingeniero.
Personal
militar y policial
Sin embargo, el título de
"último ninja japonés" tiene otro aspirante.
El octogenario Masaaki Hatsumi
asegura que él es el líder de otro clan ninja, el Togakura.
Hatsumi es el fundador de un
centro internacional de artes marciales llamado Bujinkan, con más de 300.000
alumnos en todo el mundo.
"Entre ellos hay personal
militar y policial extranjero", dice Hatsumi en una de las sedes de
entrenamiento, conocida como dojo, en el pueblo de Noda, al noreste
de Tokio.
En esta pequeña localidad no es muy habitual ver extranjeros. Pero el dojo, en el que caben 48 esteras de tatami, está lleno de aprendices que observan fascinados cada movimiento de Hatsumi.
Sus acciones no son ampulosas y
sólo de vez en cuando utiliza algunas armas. El maestro explica cómo estos
pequeños movimientos pueden servir para alejar a los enemigos.
El británico Paul Harper es uno
de los dedicados alumnos. Desde hace 25 años viene cada año y entrena durante
varias semanas.
"A comienzos de los años 80
circulaban varias revistas de artes marciales y yo estaba estudiando karate en
aquel entonces y me topé con algunos artículos sobre Bujinkan", cuenta
Harper.
"Esto parecía una forma
mucho más compleja y completa de arte marcial con muchas facetas, así que quise
ampliar mi experiencia".
Hatsumi también ha colaborado con
infinidad de películas como asesor de artes marciales, entre ellas una de la
serie de James Bond, "Sólo se vive dos veces", y sigue practicando sus
técnicas de ninja.
Sin
herederos
Kawakami y Hatsumi tienen algo en
común: ninguno ha designado un sucesor que sea el próximo gran maestro ninja.
"Durante las guerras civiles
del período Edo las habilidades de los ninjas para espiar y matar o mezclar
medicinas eran útiles", dice Kawakami.
"Pero ahora hay armas de
fuego, internet y mucho mejores fármacos, así que el arte de ninjutsu no tiene
cabida en los tiempos modernos".
Como resultado, él ha decidido no
designar un sucesor. Simplemente da clases de historia ninja en la universidad
Mie.
Y a pesar de tener tantos
alumnos, Hatsumi también decidió no seleccionar un heredero.
"Mis estudiantes continuarán
practicando algunas de las técnicas usadas por los ninjas, pero no hay nadie
destinado a suceder el clan", dice.
El futuro del legado ninja,
parece, estará más bien unido a personajes de ficción en cómics, películas,
videojuegos y atracciones turísticas.
En el museo en la ciudad de Iga,
un grupo llamado Ashura entretiene a los visitantes con una actuación de trucos
ninjas.
A diferencia del discreto arte de ninjutsu,
el espectáculo que divierte a escolares y turistas es ruidoso y llamativo.
Antes que los últimos ninjas, es el misterio el que ha desaparecido.
dE: BBC.co.uk
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