Para
responder a la cuestión, sólo se necesita encontrar un sistema seguro que
mantenga el fosforo en posición vertical. Puede usar, por ejemplo, la tapa del
pote del carrete de una película fotográfica o una miga de pan compactada. Tras
poner la cerilla encendida en el centro del horno, hay que encender el
microondas a su máxima potencia. A los pocos segundos, la llama del
fósforo se descompone en globos luminosos. El mismo resultado se obtiene
¡con un palillo de dientes!
La explicación. Los fantasmagóricos globos de luz que se observan no son otra cosa que plasma, el cuarto estado de agregación de la materia. Este está compuesto por átomos ionizados que han perdido sus electrones. Las microondas del horno hacen que esta ionización no se pierda, esto es, que si un átomo ionizado captura un electrón, la radiación electromagnética lo vuelve a liberar. En este caso, la función del horno es mantener la fuente de plasma que mana de la cerilla.
dE: muyinteresante.es
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