Símbolo de
la fecundidad y la maternidad,
las vacas son sagradas para los hindúes. Están protegidas por la ley y nadie
osa hostigarlas, maltratarlas y mucho menos matarlas para aprovechar su carne.
A muchos occidentales, esta sacralización les parece paradójica en un país en
el que reinan la pobreza y el hambre.
El origen de
esta costumbre se pierde en el pasado. Hace casi 2.500 años, el crecimiento
demográfico en la India provocó la reducción de las tierras de pasto en
favor de los cultivos de hortalizas. Las vacas, cada vez menos numerosas, fueron
entonces conservadas por su leche y abono. Esto coincide con la llegada a
aquel país del budismo,religión que
protege a estos rumiantes.
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