Una montaña de récord como el Everest es el lugar ideal para
tratar de alcanzar las plusmarcas más dispares: desde ser el más joven o
anciano en conquistar su cima hasta haberlo coronado más veces en el menor
período de tiempo.
La japonesa Tamae Watanabe se convirtió el pasado mayo en
una montañera de récord al hacer cima a sus 73 años en el pico más alto del
mundo, convirtiéndose así en la mujer más anciana en lograrlo.
“Aconsejo a la gente que escale montañas, sean jóvenes o
ancianos”, dijo en Katmandú la nipona, poco después de haber puesto pie en el
techo del globo, de 8.848 metros de altura.
La persona de mayor edad que ha ascendido al Everest es
todavía, no obstante, el nepalí Min Bahadur Sherchan, quien logró esta hazaña
en 2009 con nada menos que 76 primaveras.
En esta ocasión, Watanabe subió por la cara norte, que
discurre entre Nepal y China, mientras que hace diez años lo hizo por las sur,
que está exclusivamente en Nepal.
“El ascenso por la cara norte era técnicamente más
complicado pues la pendiente es más pronunciada. El tramo nepalí era más
gradual”, dijo la japonesa.
En el otro extremo generacional se encuentra la nepalí Ming
Kipa Sherpa, que en 2003 ascendió la cara norte cuando contaba tan sólo con 15
años de edad, convirtiéndose así en la más joven en conseguirlo.
Ming Kipa Sherpa tuvo que escalar la vertiente china del
Everest porque la ley de su país prohíbe el ascenso al techo del mundo a
menores de 16 años.
Con esta edad precisamente subió la cara nepalí del gigante
su compatriota Nima Chhamji Sherpa, quien escaló el Everest el pasado mes de
mayo y logró así el “anhelado récord”.
“Desde que era pequeña siempre quise escalar el Everest. Mi
padre, que es guía de montaña, me animaba a intentarlo. En octubre escalé un
pico de 6.200 metros y después de eso mi padre me dijo que estaba lista para el
Everest”, explicó a Efe Chhamji.
Pero las plusmarcas en el Everest no solo tienen que ver con
la edad sino también con otros aspectos como la frecuencia, como en el caso del
nepalí Kami Sherpa, de 51 años.
Kami coronó el pico sin pausa durante los pasados 19, 24 y
26 de mayo, convirtiéndose así en la persona en llegar más veces a la cima en
menos tiempo.
“Quería probarme a mí mismo, por lo que decidí escalar el
Everest tres veces en una semana. La dos primeras realicé la escalada en
compañía de mi equipo, compuesto por montañeros indios, y la tercera escalé
solo”, mantuvo el escalador en declaraciones a Efe.
El alpinista recordó que el 19 de mayo le costó más tiempo
de lo habitual alcanzar la cima debido al fuerte “embotellamiento” de
montañeros ascendiendo el Everest, por lo que permaneció “atascado” durante
varias horas.
Para el expresidente de la Asociación de Montañeros de
Nepal, Ang Tshering Sherpa, esta pasión por los récords se debe al interés que
muestran los medios de comunicación por las plusmarcas y a que para los sherpas
es una cuestión de credibilidad.
La fuente advirtió de que esta pasión “conlleva muchos
riesgos”.
A la japonesa Watanabe, por ejemplo, le causó mucha
impresión ver algunos cadáveres durante el descenso, que coincidió con la
muerte de un montañero español y un alemán en la cara norte, y de otras cuatro
personas en la sur.
Los cadáveres de los alpinistas son, no obstante,
abandonados a menudo a su suerte en la montaña, por lo que los que vio Watanabe
podrían haber sido de momentos anteriores.
Watanabe, familiarizada con las condiciones extremas, no
encontró excesivos problemas pese a que esos seis muertos de esta temporada -la
mayoría por fatiga y falta de preparación- constituyen una de las cifras más
altas en la historia del Everest. EFE
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