El consumo de bebidas azucaradas se ha duplicado desde los
años 70, así como la tasa de obesidad entre
los estadounidenses en ese mismo periodo, que afecta actualmente al 30% de la
población adulta, destacan los autores de estas investigaciones, divulgadas en
línea en el New England Journal of Medicine.
El primer estudio, realizado con más de 33.000 estadounidenses, hombres
y mujeres, indica que consumir estas
bebidas azucaradas podría actuar sobre los genes, afectando el
peso y amplificando las predisposiciones genéticas de una persona a engordar.
Los investigadores utilizaron las 32 variaciones de genes conocidos por
actuar sobre el peso con el fin de establecer un perfil genético de los
participantes del estudio. Los autores determinaron también sus hábitos
alimenticios, de consumo de bebidas azucaradas y de prácticas de ejercicios
basados en las respuestas a un cuestionario durante cuatro años.
Los otros dos
estudios demostraron que el hecho de dar a los niños y adolescentes bebidas sin
calorías, como agua mineral o sodas azucaradas con edulcorantes llevaron a una
pérdida de peso.
El primero fue realizado en el hospital de niños de Boston con 224
adolescentes obesos o que tenían un peso excesivo, a quienes los investigadores
les enviaron regularmente a domicilio botellas de agua o de sodas light.
También los alentaron a consumir esas bebidas durante un año, el tiempo que
duró el estudio.
Esos adolescentes no aumentaron más que 1,5 kilogramos durante ese
periodo, comparativamente con los 3,4 kilogramos que aumentó un grupo testigo,
una diferencia que desapareció tras culminar el estudio.
El último estudio fue llevado a cabo por unos investigadores de la
Universidad VU de Ámsterdam con 641 niños de entre 4 y 11 años con un peso
normal, de los cuales la mitad bebió cotidianamente un cuarto litro de bebidas
frutales azucaradas y la otra mitad la misma cantidad de esa bebida, pero
azucarada con edulcorantes.
Después de 18 meses, los niños que consumieron las bebidas de bajas
calorías aumentaron 6,39 kilogramos de media, comparativamente con los 7,36
kilogramos de aumento que se registró en el grupo que tomó bebidas frutales
azucaradas.
"Tomados en conjunto estos tres estudios, parecen indicar que las
calorías provenientes de sodas y otras bebidas frutales hacen una
diferencia", destacó en un editorial publicado en el New England Journal
of Medicine la doctora Sonia Caprio, del servicio de pediatría de la
Universidad Yale (noreste de Estados Unidos).
Según ella, "llegó el tiempo de actuar y de apoyar vigorosamente la
puesta en marcha de las recomendaciones del Instituto de Medicina, del American
Heart Association (Asociación estadounidense del corazón) y de la Obesity
Society para reducir el consumo de sodas y otras bebidas azucaradas entre niños
y adultos".
La municipalidad de la ciudad de Nueva York prohibió desde este mes la venta de porciones
"gigantes" (más de medio litro) de sodas y otras bebidas frutales
azucaradas en restaurantes y salas de cine.
La American Beverage Association/ABA, agrupamiento profesional que
representa a la industria de las sodas y las bebidas frutales, rechazó
vigorosamente las conclusiones de estos estudios. "La obesidad no es
debida únicamente a un sólo tipo de alimento o bebida", escribió la ABA en
un comunicado, afirmando que "las bebidas azucaradas juegan un papel menor
en la alimentación de los estadounidenses" y no representan en promedio
más que el 7% de las calorías absorbidas por los norteamericanos.
dE: afp
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