martes, 7 de agosto de 2012

De Olimpia a Londres...¿Cómo sería competir en unos juegos olímpicos?...lea nuestra crónica olímpica




Las gotas de vino empapan mi rostro mientras que millones de flores  brotan del cielo para adornar mi camino al podio.  Una vez allí desnudo a los laureles y olivos, que decoran el hermoso paisaje circundante, para  que adornen mi frente.


Todo el  recinto sagrado luce maravilloso ante la grandeza de los acontecimientos. Gentes de diversas procedencias beben del mismo vaso,  dejando sus diferencias de lado ante la tregua decretada en ocasión de uno de los más importantes acontecimientos del mundo conocido: los juegos olímpicos.

Ante mi incrédula presencia desfilan cien bueyes, todos con un mismo destino: Ser consagrados para la aprobación de los Dioses, quienes hace algún tiempo se  aburrieron de jugar entre ellos y sentándose en el grandioso palco del Olimpo ahora observaran gustosos a los hombres competir y hacer sacrificios por su gracia.

Yo me desvivo por ellos. Quiero agradarles, sobre todo a Zeus  quien disputó su poder con Cronos por el dominio del universo  y, después de vencerlo, organizó los primeros juegos. Me dedico al pentatlón: disco, jabalina, salto largo, carrera y lucha libre.  Mi nombre es Juan pero de allí salgo Víctor: campeón de campeones.


Dentro del  frenesí  oigo a lo lejos palabras de   dioses que retumban más y más cerca.  Abro los ojos y a las voces omnipresentes se  suman las  imágenes enmarcadas de mi tele.

-Era un sueño, me digo.

El claro oscuro de dioses paganos, nuevos y viejos,  juegan con mis sentidos. Morfeo de un lado y la tele del otro. El negro se mezcla con la luz del aparato y traspasa mis parpados, moldea la forma de los recuerdos y los superpone en nuevos eventos. Me obligo a seguir soñando.

Ahora vuelo por la capital de mundos pasados que siempre vive en el presente, así por lo menos lo dice Greenwich. Visitar Londres sin tiempo, se convierte en todo un stress:  ¡Hay tantas cosas que ver!

Apuro el paso para conocer lo más que pueda (Por suerte voy volando). Veo de reojo el Big Ben, la Abadía de Westminster, el famoso palacio de Buckingham y ya, sin más tiempo me encamino hacia el novedoso complejo olímpico: el Olimpic Park ubicado en una zona industrial al este de la ciudad. 

No compré mi entrada ni con monedas ni con esfuerzo, pero con los ojos cerrados se puede todo: Me coloco en la línea de partida. Sigo soñando: delirando que soy un Hércules moderno destinado a cruzar la meta de primero.

Y entre dormido y despierto las musas de los poetas antiguos invaden mi cama. No sé si pienso, sueño o sueño pensando:

“Suprema es el agua,
el oro brilla como fuego incandescente
de noche por sobre toda arrogante riqueza
pero si juegos es lo que añoras cantar, alma mía,
no busques, después del sol, otro astro que brille por el
desierto éter con más calor en el día,
 ni llamemos a otro combate superior al de Olimpia.”

Juan Salvador Velázquez Castillo.

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