Con el paso del tiempo, tras la maternidad, por un cambio brusco de peso o por hábitos poco recomendables, como la práctica de deportes sin llevar un sujetador adecuado, el pecho puede tender a caerse. Las cremas específicas, nutritivas y tonificantes, unidas a los masajes en la ducha (con agua templada-fría y movimientos circulares) son una gran ayuda a la hora de conseguir mantener la firmeza de los senos, pero, sin duda, realizar ejercicios específicos y con la debida frecuencia es la mejor fórmula para que tu pecho se mantenga o “vuelva” a su lugar. mujerdeelite.com
El principal problema es que las glándulas mamarias están constituidas mayoritariamente por tejido adiposo. Su único sostén natural es la propia piel (de ahí la importancia de cuidarla) y los músculos que las rodean y sujetan: los pectorales y los dorsales. Trabajar estos músculos garantiza que el pecho permanecerá erguido por más tiempo, dejando a un lado la temida flacidez.
Los ejercicios aeróbicos son perfectos para mantener el conjunto de nuestro organismo en plena forma y poner en movimiento todos los músculos del cuerpo (pectorales incluidos). En este sentido, el mejor deporte que se puede practicar para aumentar la firmeza del pecho es la natación. Fíjese en los movimientos que realiza sin darte cuenta al nadar. Elija el estilo que elija, sus brazos se estiran y contraen haciendo que gran parte del peso del ejercicio recaiga precisamente en esos dorsales y pectorales. Así que ¡al agua y a nadar!
Además, puede realizar diariamente (o al menos tres veces en semana) la tabla que le proponemos, especialmente pensada para tonificar esos músculos, de manera que, estando más fuertes, “tiren” del pecho como lo haría cualquier sujetador.
Son ejercicios muy sencillos. Con 20 minutos será suficientey, con un poco de constancia, notarás los resultados a las pocas semanas.
1. De pie, recta y con los brazos estirados y pegados al cuerpo. Eleve ambos brazos a la vez hasta la altura de los hombros. Mantenga unos segundos y vuelva a bajar (repite 15 veces).
2. Desde la misma posición, ponga los brazos en cruz (estirados a la altura de los hombros y con las palmas hacia abajo). Haga giros pequeños con ambos brazos a la vez, 10 veces hacia adelante (en el sentido de las agujas del reloj) y 10 hacia atrás.
3. Repita el ejercicio pero, esta vez, con las palmas de las manos en vertical, es decir, como si empujase dos paredes.
4. De pie y frente a una pared (separada unos 80 centímetros) haga flexiones, doblando los codos y apoyando las palmas en la pared. Mantenga el tronco recto (diagonal a la pared) y empuje con las manos. Si está muy en forma este ejercicio lo puedes hacer también en el suelo (repite 15 veces).
5. De pie, agarre con su mano derecha el antebrazo izquierdo y viceversa y haga suaves presiones (una mano tirará hacia un lado y la otra hacia el contrario). Verá cómo se mueven sus senos porque sus pectorales están en pleno trabajo.
6. De pie, con los brazos en cruz, haga el movimiento necesario para juntar las palmas de sus manos. Mantenga los brazos estirados apretando todo lo que pueda una palma contra la otra durante unos segundos (repite 10 veces).
7. De pie, con los brazos estirados, doble los codos y lleve los puños a su pecho. Con unas pesas pequeñas (1/2 -1 kg.) el ejercicio resultará aún más efectivo. También puede hacerlo tumbada en el suelo.
Recuerde siempre, entre ejercicio y ejercicio, relajar los brazos durante unos segundos.
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